sí, tu niñez; ya fábula de fuentes
Jorge Guillén
(oh, entiéndeme:
muy pronto desterré toda palabra sentimental
toda misión trascendente
mientras algo, no sé si aquel color perfecto del marfil,
buscaba poema
en el solo suicidio
de una lengua hacia ti que no te alcanza
pero bajo la huidiza personalidad del ciervo
sobre el lienzo frágil que las nubes acostumbran
se desliza la desgracia nuestra:
nosotros conocimos la derrota
como pequeños animales puros
y antes aun
yo he sido brazo tuyo para el naufragio y donde hube zenit
crepuscular
allí moré
por eso toma mi dolor, te pertenece,
te alcanza como el agua de un río
a veces soy yo mismo
interrogante - ¿y quién no
ama la distancia
cuando su voz es eco del mínimo cristal?
aunque ahora, inútilmente, deba decirte
que tú
forjaste el laberinto para mí
sin promesas, sin nombre…
dame, entonces, el hilo que despierte
la conciencia herida
de quienes buscan, estas palabras mías, su camino)
la verde hora triangular, oh qué
forma de nieve sin conciencia
Muerta estás, para mí estás muerta;
Agotada por tu propia boca taciturna,
Futilmente marchita en el vano empeño
De zahondar, con tu brazo intacto, calcáreo de tan roca,
La hora boreal que, como un delirio, te cercaba…
Desde tu sangre misma hacia la noche
Galopaba, al acecho, la secreta soledad
De tus pulmones profiriendo el verso del amor,
La soga, el cuchillo
Terrible
Que a todos nos provoca innecesarias cobardías
Bajo la existencia sutil del cerebelo.
Pues dime, amor,
Quién es flor de sí mismo
O extensión de su tristeza.
Yo luché por tu dolor
Y mi corazón gemía,
Esbeltamente y sin arraigo,
Sobre una ciudad de piedra
Mientras “tu niñez, amor, tu niñez”,
Y la memoria
Bajo su fábula de siempre
Se hizo puente y se hizo nada.
Pero busca, vete, calla.
El ojo asalta la pared
De pensamiento y la caricia
Enfrenta al hierro: tronco, muñón,
Gemido; la belleza conjunta de la rana
Y el insecto, el labio imposible
Que rueda o corre
En su disfraz nauseabundo de amapola.
Pero nunca, no la infancia.
Siguen los aviones su destino mudo
Como la cola del lagarto que amanece
O la sangre, tuétano, del tiburón,
Sin percatarse de tanta nostalgia
Sobre el esqueleto del león
Marino que hubiese muerto de amor.
(Fábula del mundo, hebra
O signo submarino donde el pez
Conoce su ser y la piel
Es una reverberación supina
De escamas y pálpito.
Fábula de la boca en lejanía,
Aquí en mi herida: el dolor
Del hombre es dolor humano).
Pero no encuentro, no Poema todavía,
Que largamente he meditado
La tristeza de tu sombra
Y su rincón, su horizonte
Tenue de pequeñas manos
Encendidas, o esperando abiertas
La dualidad en tu boca:
Supervivencia en ti de otro planeta,
Paisaje oscuro en terciopelo.
Y la carne profunda que se estira
Al paso de una atmósfera
O el ozono atolondrado
Enamorado de su origen.
Sí, tu niñez por fin;
Mi pasado, como un don
Otorgado entre la piel y la flor muerta,
Querrá marcar para sí
Tu pureza en mi pureza,
La soledad que gime en la soledad que piensa.
(ahora ven, ven tú
desámame, desármame
desálmame
íntegramente
a la manera humana.
Y si perpendicular tu sexo
a mis labios finalmente los transita y los socava
ven entonces, rauda ven
amor
antes del rayo sensible
o del crimen sentiente
dame
el guante que asfixie
la tierna tristeza del reloj
fulge en el recuerdo
con la verde hora triangular
entrégame a una tumba
descendente
propia, plena.
Mira mi voz imposible de clavel
y su extrañeza
mira la transparencia intacta de tu lengua.
Desde siempre
habitaron tus ángeles
mis ojos
desde siempre
enardecí tus cejas
con mi beso
desde siempre
hubo un orden supremo
utilizándonos.
Mira tus labios: son mis labios.
Por eso desámame. Te suplico que me desames.
Pero si estalla el pétalo
si cae en pedazos la memoria
si ya estás en el otro
entonces ven
oh sí, ven tú
no quebrantes la futura nostalgia
que, como un destino,
a la vez nos une y nos separa.
Assinar:
Postar comentários (Atom)
Nenhum comentário:
Postar um comentário