Pájaro del olvido
Soy tu carne;
Hiciste, de mí, tu nido...

terça-feira, 16 de setembro de 2014

SÉSAMO

     


En Irak se escribió el primer poema de amor…
                                            E. Galeano

                      
En aquel país de chinela -  y cimitarra
Se empleaba un vocativo -  mágico
Con la voz suave, oscura -  firme
De los ángeles alibabenses
Ante cada singularísima puerta

El desierto
Puro -  y viejo
Era sabio -  mortal
Estaba lejos y vivía cerca
Lobo fulgente -  de la estepa
No en el corazón

Porque en aquel país
De tesoros y caminos - en la arena
De arcilla
- y agua
-  y pergamino
Cada fuente
Se abría
En una plaza
Cada plaza alboreaba
Cien historias
Cada historia escondía multitud -  de besos
Cada beso alimentaba infinidad -  de amores
Todo amor
Se convertía al fin en enamorado -  polvo
- y en olvido.
                            
Estrofa circular
Del verso - de la vida
En el eterno
Poema -  de la muerte

Porque aquel -  era
El desértico país
De los desiertos
El vital país
De la vida
El acuoso país
El agua
El mortal país - de la muerte.

Por eso era - áspero
Como la piedra
Pero hermoso
Por dentro
Como el cristal.

Donde -  a veces
Los hombres dibujaban -  y escribían
Reflejando sobre la arena
La flauta - silenciosa
De su rostro
- Pan de soledad
Y sentido.

Cuando - aún
Desconocía -  el amor
La hora -  señalada
De su olvido
Y la moneda
Incandescente -  de los besos
Palpitaba en cada historia
Cuando la plaza -  alegre
-  y bulliciosa
Seguía siendo
Inagotable fuente,
Dentro de cada casa
Se reía - y se lloraba
Como en los valles -  fértiles
Y en las tierras -  áridas
Siempre han resonado
Las risas y el llanto
De la prole -  del hombre


Pero
Cuando
Sentimos
Rabia - o temor
Miramos -  en frenesí
Al cielo
Que se hincha

Cuando no comprendemos - y el miedo triunfa
Y el dolor es tan -  profundo
Que ni siquiera toca -  el hueso
Entonces siempre se busca
En ese hinchado cielo
De frenético sapo - una respuesta

Siempre - siempre
Abriendo los brazos
Para suplicarle -  al sapo

El sapo silba fugaz como la carne
Tras un silencio
Antes del silencio
Que sigue al último -  silencio  
Silencios del empíreo que gritan -  en la tierra
Como si los dioses
Hablasen
A la manera del ventrílocuo

Pero si el silencio
Es divino
Yo digo
Que el silbido
Pertenece -  al hombre
Al sapo - sí
Pero al hombre.

En aquel país
De bonetes -  y quemazón
Había quien sentía
Hormigas
En los ojos
Y devoraba
La mansa
Tierra - negra
Bajo la arcilla -  feroz
Aunque no sabía -  del sol
Ni buscaba - en el cielo

Ah, muchos esperaban.
A veces el hombre
Ha sabido esperar
Insatisfecho
De tener que elegir
Entre la desesperación
En la tierra y la esperanza -  de un cielo
Se sienta
Al borde
Del río.
No se sienta -  espera.
No espera - sin cantar
A eso no llaméis - esperanza


Cuando los siete mares - de arena
Se tragaron el sol
Por última vez
No esperábamos
A los bárbaros, oh poeta
 

Su lengua no era -  humana
Era un ronco -  zumbido
Que de norte
A sur
Desde el oriente
Hasta el poniente
Mutiló
La posibilidad -  del beso
Y arruinó
El advenimiento - de los abrazos

Estertor apocalíptico
De ovejas carnívoras
Que socavó
La fuente.  
Ya no pudo
Convertirse en plaza
Ni hubo amanecer
De historias
Ni tiempo para
Amor - alguno
Que pereciese
Un día
Como el fuego
Del desierto
En la arena
Sepultada -  del olvido.
Ya no hubo -  más
Camino
(La posibilidad -  al menos
De un camino)
Entre el hogar
Y la muerte,
Porque la muerte
Bajó -  directamente
Desde ese cielo -  ronco
Cuando el zumbido -  se multiplicó
Devastando
Los nidos de las -  serpientes
Y los hormigueros
Y las tumbas de aquellos
A los que les acortó -  la espera
De verse
Por encima
De la carne quemada
De sus hijos -  muertos



Porque -  las bombas
No
Se entretienen en -  adivinar
Con voz firme
Pero -  sabia
El vocativo -  mágico
Que -  amorosamente
Abre cada
Singularísima -  puerta

No es el frenesí -  de la carne
Lo que grita.
Es su - ausencia

La mujer de Epimeteo
Cerró la caja
No digas - Schibboleth
Amor
No digas -  Sésamo
   


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