En Irak se
escribió el primer poema de amor…
E.
Galeano
En
aquel país de chinela - y cimitarra
Se
empleaba un vocativo - mágico
Con
la voz suave, oscura - firme
De
los ángeles alibabenses
Ante
cada singularísima puerta
El
desierto
Puro
- y viejo
Era
sabio - mortal
Estaba
lejos y vivía cerca
Lobo
fulgente - de la estepa
No
en el corazón
Porque
en aquel país
De
tesoros y caminos - en
la arena
De
arcilla
- y agua
- y pergamino
Cada
fuente
Se
abría
En
una plaza
Cada
plaza alboreaba
Cien
historias
Cada
historia escondía multitud - de besos
Cada
beso alimentaba infinidad - de amores
Todo
amor
Se
convertía al fin en enamorado - polvo
- y en olvido.
Estrofa
circular
Del
verso - de la vida
En
el eterno
Poema
- de la muerte
Porque
aquel - era
El
desértico país
De
los desiertos
El
vital país
De
la vida
El
acuoso país
El
agua
El
mortal país - de la muerte.
Por
eso era - áspero
Como
la piedra
Pero
hermoso
Por
dentro
Como
el cristal.
Donde
- a veces
Los
hombres dibujaban - y escribían
Reflejando
sobre la arena
La
flauta - silenciosa
De
su rostro
- Pan de soledad
Y
sentido.
Cuando
- aún
Desconocía
- el amor
La
hora - señalada
De
su olvido
Y
la moneda
Incandescente
- de los besos
Palpitaba
en cada historia
Cuando
la plaza - alegre
- y bulliciosa
Seguía
siendo
Inagotable
fuente,
Dentro
de cada casa
Se
reía - y se lloraba
Como
en los valles - fértiles
Y
en las tierras - áridas
Siempre
han resonado
Las
risas y el llanto
De
la prole - del hombre
Pero
Cuando
Sentimos
Rabia
- o temor
Miramos
- en frenesí
Al
cielo
Que
se hincha
Cuando
no comprendemos - y el miedo triunfa
Y
el dolor es tan - profundo
Que
ni siquiera toca - el hueso
Entonces
siempre se busca
En
ese hinchado cielo
De
frenético sapo - una respuesta
Siempre
- siempre
Abriendo
los brazos
Para
suplicarle - al sapo
El
sapo silba fugaz como la carne
Tras
un silencio
Antes
del silencio
Que
sigue al último - silencio
Silencios
del empíreo que gritan - en la tierra
Como
si los dioses
Hablasen
A
la manera del ventrílocuo
Pero
si el silencio
Es
divino
Yo
digo
Que
el silbido
Pertenece
- al hombre
Al
sapo - sí
Pero
al hombre.
En
aquel país
De
bonetes - y quemazón
Había
quien sentía
Hormigas
En
los ojos
Y
devoraba
La
mansa
Tierra
- negra
Bajo
la arcilla - feroz
Aunque
no sabía - del sol
Ni
buscaba - en el cielo
Ah,
muchos esperaban.
A
veces el hombre
Ha
sabido esperar
Insatisfecho
De
tener que elegir
Entre
la desesperación
En
la tierra y la esperanza - de un cielo
Se
sienta
Al
borde
Del
río.
No
se sienta - espera.
No
espera - sin cantar
A
eso no llaméis - esperanza
Cuando
los siete mares - de arena
Se
tragaron el sol
Por
última vez
No
esperábamos
A
los bárbaros, oh poeta
Su
lengua no era - humana
Era
un ronco - zumbido
Que
de norte
A
sur
Desde
el oriente
Hasta
el poniente
Mutiló
La
posibilidad - del beso
Y
arruinó
El
advenimiento - de los abrazos
Estertor
apocalíptico
De
ovejas carnívoras
Que
socavó
La
fuente.
Ya
no pudo
Convertirse
en plaza
Ni
hubo amanecer
De
historias
Ni
tiempo para
Amor
- alguno
Que
pereciese
Un
día
Como
el fuego
Del
desierto
En
la arena
Sepultada
- del olvido.
Ya
no hubo - más
Camino
(La
posibilidad - al menos
De
un camino)
Entre
el hogar
Y
la muerte,
Porque
la muerte
Bajó
- directamente
Desde
ese cielo - ronco
Cuando
el zumbido - se multiplicó
Devastando
Los
nidos de las - serpientes
Y
los hormigueros
Y
las tumbas de aquellos
A
los que les acortó - la espera
De
verse
Por
encima
De
la carne quemada
De
sus hijos - muertos
Porque
- las bombas
No
Se
entretienen en - adivinar
Con
voz firme
Pero
- sabia
El
vocativo - mágico
Que
- amorosamente
Abre
cada
Singularísima
- puerta
No
es el frenesí - de la carne
Lo
que grita.
Es
su - ausencia
La
mujer de Epimeteo
Cerró
la caja
No digas - Schibboleth
Amor
No digas - Sésamo